—Y
a sabes de qué va esto. Tú aceptas. Sin rechistar.
Nosotros nos ocupamos del transporte y de la excavación, y luego te entregamos
el dinero. Tus tierras volverán a estar como antes, no se notará nada.
El
hombre, bajo y moreno, miró a Angelo con desconfianza. Luego contempló por un
instante la tierra, oscura, salpicada de olivos, y negó despacio con la cabeza.
—¿Qué
es lo que no te parece bien, eh? —le preguntó Angelo con la voz alterada. Con
solo veintidós años tenía el tono grave y ronco. Su cuerpo nervioso no
soportaba la falta de acción. Incluso cuando tenía que permanecer quieto, a la
espera, no podía dejar de balancearse sobre los pies con impaciencia.
El
hombre volvió a negar con la cabeza.
—Quiero
el dinero cuanto antes.
Angelo se echó a reír y le miró por encima del hombro. A poca
distancia de ellos dos, a la entrada del camino que llevaba a la finca, estaba aparcado
un enorme todoterreno negro, manchado del polvo del campo.
Apoyado en una de las puertas estaba un chico de pelo castaño
con las piernas cruzadas, aparentemente más joven que Angelo. Llevaba vaqueros
y camiseta, daba la impresión de que estuviera a punto de echar a correr detrás
de un balón en mitad de aquellos campos con olor a flores y a tierra recién
arada.
En lugar de eso, devolvió la mirada a Angelo y alzó levemente
el mentón, con una actitud más adulta de la que aparentaba.
—Un trato es un trato, viejo estúpido —exclamó Angelo con una
sonrisa que en un instante se había convertido en una mueca torcida. Se echó
mano al bolsillo trasero del pantalón, donde tenía la pistola. Sentía cosquillas
en los dedos.
—Mi mujer tiene que hacerse la operación cuanto antes
—insistió el viejo—. No puedo esperar, no hay tiempo.
Angelo ignoró el tono suplicante y las lágrimas que asomaban a
los ojos del agricultor. Siempre la misma historia. Todos tienen algún asunto
que resolver, todos quieren el dinero de inmediato. Pero ninguno tiene la
mínima idea de lo que significaba manejar un negocio como aquel. Angelo no
podía fiarse de nadie.
Sacó la pistola y apuntó al viejo en la sien. Éste se irguió
al instante.
—Vamos a ver si así te convenzo. Voy a abrirte un agujero en
la cabeza y a meterte dentro una idea muy simple: nosotros no pagamos por
adelantado.
—¡Angelo! —gritó el chico junto al coche, enderezándose.
—¡Métete en tus asuntos! —chilló Angelo a modo de respuesta—.
Estoy hasta las narices de tratar con estos pedigüeños. Carguémonoslos a todos
y quedémonos con sus tierras —añadió, mientras apretaba el cañón de la pistola
contra la sien del agricultor—. ¿Qué me dices? ¿Te parece bien? Os mando a ti y
a tu mujer derechitos al otro barrio, así vosotros resolvéis vuestros problemas
y nosotros, los nuestros.
El hombre, que no se atrevía a moverse, escuchó el sonido de
unos pasos rápidos sobre la grava. Un segundo después, el chico de pelo castaño
y ojos color miel estaba junto a ellos.
—¿Qué
es lo que estás haciendo? —exclamó, mirando la pistola con inquietud—. Tano ya te ha avisado, no hagas
ninguna tontería.
Al
escuchar el nombre de su padre, Angelo aflojó un poco la presión sobre el arma.
Los nudillos recuperaron el color. Y el viejo, instintivamente, aprovechó para
escapar. Echó a correr, como si creyera que podía alcanzar la casa antes de que
la bala de Angelo lo alcanzara a él. Como si los muros del lugar donde había
nacido y crecido pudieran bastar para protegerlo.
—Maldito
bastardo —dijo Angelo apuntándole. El chico de ojos color miel fue más rápido:
con un movimiento de la mano desvió el brazo de Angelo, que disparó al aire. La
bala acabó clavándose en el tronco de un olivo cercano.
Angelo
volvió a echarse a reír. Ver cómo aquel viejo corría a trompicones, lo ponía de
buen humor.
—Déjame
que al menos me divierta. De todas formas, no vamos a sacarle nada —concluyó
con voz firme. Apuntó y comenzó a disparar de modo que las balas pasaron
rozando al viejo sin llegar a darle, levantando nubecillas de polvo en torno a
sus pies.
Una
mujer apareció en la puerta de la casa y se puso a gritar algo.
—Fantástico
—dijo el chico de ojos color miel—. Llamemos la atención de todo el vecindario.
Se
encaminó hacia el coche.
—Date
prisa, alguien llamará a la policía —añadió, apretando el paso.
—Me
encantaría dispararle a algún madero —comentó Angelo, alcanzándolo y abriendo
la puerta del copiloto.
—Y
a mí a veces me gustaría dispararte a ti —murmuró el chico, mientras se montaba en el asiento del conductor y encendía el
motor. Salió del camino haciendo chirriar las ruedas del coche y dejando tras
de sí una densa polvareda blanca.
Angelo
encendió el equipo de música, subió el volumen al máximo y se puso a cantar con
el brazo fuera de la ventanilla.
—Todavía
no estás satisfecho, ¿a que no? —preguntó el chico de ojos color miel, con la
mirada, dura y severa, puesta en la carretera.
El
otro no se tomó la molestia de contestarle. Se limitó a cantar más alto
todavía.
El
coche desembocó en la carretera principal, alejándose de los olivares en
dirección a la ciudad. Por las ventanillas abiertas se colaba la brisa del mar,
siempre tan cortante en septiembre, siempre tan intensa después del calor
veraniego.
—¿Qué
es lo que piensas hacer ahora? —volvió a preguntar el chico, alzando la voz
para hacerse oír por encima del ruido—. Has fastidiado cinco contactos de los
cinco que teníamos. Tano no estará contento.
Angelo se calló. Después apagó el equipo de un
manotazo violento.
—Tano,
Tano, no haces más que nombrarlo. Es mi padre, no te olvides de eso. Y
este negocio lo llevo yo —gritó, revolviéndose en su asiento—. De todas formas,
sus métodos ya no funcionan. ¿No ves cómo apestan a rancio? ¡Hasta el olor se
me mete en la garganta! Si sigue así, lo acabarán quitando de en medio.
El
chico apretó los labios.
—Él
sabe lo que se hace. Al contrario que tú.
Angelo exhaló un profundo suspiro.
—Escucha,
este sitio da asco. La gente está tan apegada a sus tierras que parece que te
estén vendiendo su propia sangre.
—Puede
que sea así.
Angelo
se rió.
—Me
gusta la idea. Pero en serio, deberíamos volver a nuestro territorio. Allí es
todo más fácil, a la gente no le importa en absoluto tener un poco de mierda
debajo del culo. Están acostumbrados —estaba cada vez más acalorado—. Podríamos
encontrar un agujero en cualquier sitio.
—No. Tenemos a los otros clanes encima y Tano
lo sabe —replicó el chico—. Debemos encontrar algún sitio donde deshacernos de
los residuos y mantener el asunto en secreto.
—No
lo será por mucho tiempo. Incluso los olivos tienen ojos y oídos.
—Lo
sé, pero hasta que lo consigamos, tenemos ventaja sobre los demás.
Angelo se llevó las manos a las sienes y cerró los
ojos.
—La
cabeza me está matando.
Abrió
la guantera del coche y empezó a revolver entre los documentos y demás trastos.
Con una mano temblorosa, sacó una cajita de metal.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió el chico de
ojos color miel mientras reanudaba la marcha. Vio que el otro había cogido un
espejito sobre el que esparcía unos polvos blancos—. Joder.
Frenó
con brusquedad y se quedó clavado en el arcén de la carretera desierta. El
polvo blanco se había desparramado por todas partes. Angelo puso cara de
incredulidad, pero no le dio tiempo a reaccionar, el otro ya se había bajado
del coche.
—¡Maldito
gilipollas! —gritó, mientras se bajaba él también.
—Prometiste
que lo dejarías —exclamó el chico—. ¡Estás fuera de control!
—Ya
está bien de tanta historia —replico Angelo—. Así no hay manera de controlar el
estrés. De vez en cuando tengo que meterme, es mi forma de ponerme las pilas.
—Nos
pones a todos en peligro —dijo el chico entre dientes. Los dos se miraron a los
ojos, atravesados por una corriente de odio profunda y recíproca, un odio que
había nacido años atrás, sobre los escombros de su infancia, sin que ninguno de
los dos hubiera sido consciente de ello. Quizá hasta ese preciso momento—. Si
no te hubiera detenido, habrías matado a ese viejo —continuó el chico.
Angelo
escupió en el suelo y se metió las manos en los bolsillos del pantalón.
—Para nosotros, matar a alguien significa dos
cosas: que te tienes que ocupar del cadáver —añadió el chico—, y que llamas la
atención de la policía. No es tan difícil de entender. ¿Y qué habrías hecho
después? ¿Habrías matado también a la mujer? Así no se puede trabajar, Angelo.
Acabarás con todos nosotros, si es que antes no te echan.
—No
me gusta tu tono. Tú no eres nadie —murmuró Angelo lanzándole una mirada
perversa. Se dio media vuelta, llegó a la puerta del coche y a continuación, se
subió al asiento del conductor.
—Deberías
recordar que aquí el jefe soy yo —gritó desde el interior. Luego puso el equipo
de música a todo volumen y salió disparado, pasando bruscamente de la segunda
marcha a la tercera.
El
chico moreno vio cómo se alejaba el coche y sacó la pistola del bolsillo
trasero de los vaqueros. Guiñó un ojo, tenía el coche de Angelo en el punto de
mira. Habría bastado con disparar, agujerearle una rueda, esperar a que se
saliera de la carretera y que el impacto lo dejara seco. Su pulso era firme,
tenía una probabilidad de nueve entre diez.
En
lugar de eso, el chico bajó el brazo con lentitud, vio cómo el coche giraba en
una curva, y devolvió la pistola a su sitio. Del otro bolsillo sacó un
reproductor de Mp3 y se colocó los auriculares, subiendo a tope el volumen de
la música.
En realidad, no existe el lado oscuro de la
luna. De hecho, toda ella es oscura.
Echó
a andar despacio, inspirando al aire salobre y pensando que antes o después, no
importaba cuándo, encontraría la forma de ajustar cuentas con la vida.
Era
sólo cuestión de saber esperar. En la sombra.
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Bueno, pues aquí esta
el primer capítulo, subiré con mucha regularidad, espero que os haya gustado,
pedirme por favor los capítulos por twitter @OlgaJustSwag es decir me
mencionáis y me lo pedís vale? Pasar la novela si os gusta! :D
Peace &
Love.
Bueno, pues lo primero... ¡A penas has subido un capítulo y ya me tienes completamente enganchada! Eww, no sé... Escribes tan bien, me gusta muchísimo como narras, cuando leo siento que estoy leyendo un libro, escrito por un escritor profesional y, mi dios, es kljadksjd. Y dios mío, Justin, ¿en una mafia? ahí ya me enamoraste, o sea... Es tan asjds, jo. JAJA. Aquí tienes a una lectora fiel, en serio. Todo el mundo debería leer esta novela, últimamente hay pocas que valgan la pena y la tuya lo vale realmente.
ResponderEliminar¡Así que siguiente!
♥
esta historia yo ya la e leido ,es mas es un libro publicado ,solo has cambiado el nombre del protagonista
ResponderEliminarhttp://www.casadellibro.com/libro-sera-hermoso-morir-juntos/9788499896748/1967500
Ya, ya lo sé.
ResponderEliminarNo estoy intentando engañar a nadie ni mucho menos, es más, a casi todas las personas se lo he dicho, y cuadno subiese los siguientes capítulos lo iba a publicar también, que recordasen, que no es mía la novela, pero que la subo para que todo el mundo pueda conocer el libro, y también para que piensen en el protagonista como Justin Bieber, principalmente va dedicada a Beliebers, por esa razón, por que este tipo de personajes, gusta, y más si es tu ídolo.
No pretendía ni engañar, ni defraudar :D
Peace & Love.
a vale ,vale
Eliminares que me resultaba un poco raro todo
Me ha encantadooooo.... ojala pudiera pedirtelo por twiter pero no tengo
ResponderEliminarNo hace falta e.e Para las que me lo puedan poner por aqui, pues por aqui :D Para las que no, por twiter :D
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